martes, 27 de octubre de 2009

El ciudadano apolítico, por Orlando Barone

El ciudadano apolítico es político y todavía más que el político. Pero no lo reconoce, o lo que es peor: no lo sabe. Se aparta de cualquier filiación partidaria agitando la bandera Argentina. Aún votando lo hace a disgusto y enseguida que vota se arrepiente. Si por él fuera el voto sería calificado. Y él se incluiría como votante. Habla con desprecio de los políticos; y aún más de quienes están en funciones públicas. Y proclama que ningún gobierno le dio nada y que es más lo que le quitan. Es proclive a creer en cualquier dicho o rumor que descalifique a un gobernante o lo acuse de corrupto.

El ciudadano apolítico repite frases como que “los que no trabajan es porque no quieren”. “Los sindicalistas son una manga de ladrones”. o “ Aquí lo que hace falta es disciplina”. Extraña el orden de las dictaduras. Y no entiende que haya que esclarecer tragedias del pasado. El ciudadano apolítico se horroriza más por la inseguridad que por el origen social que la provoca. Se aterra más ante un delincuente morocho que ante uno rubio. Aún siendo él morocho.

Podría aplaudir un linchamiento sin juez, solo por sospechar del ajusticiado. Reniega de los fallos que no condenen a cadena perpetua y desprecia a los abogados defensores. Le atraen los líderes episódicos que enfrentan al poder público con rigor cívico; así como los líderes populares le parecen ramplones.

Cree en Dios, pero descree de quienes creen en otros dioses, o no creen. Pregona no tener prejuicios contra nadie salvo contra los que se los merecen. Piensa que hay demasiada inmigración que no es la apropiada. Considera también inapropiados a los homosexuales, travestis y prostitutas.
Sólo sale a la calle cíclicamente por arrebatos que él llama espontáneos, aunque se autoconvoque con intención por cadena de Internet o por teléfono. Nunca esos arrebatos expresan demandas laborales y nunca coinciden con los trabajadores.

Siente placer en demostrar descontento público. Y que esa demostración luzca diferente a las otras marchas de gente heterogénea y desordenada a la que traen de cualquier parte. Por eso protesta por el barrio; para que al lado suyo estén otros como él: no distintos. Cree no estar ideologizado: no comprende que su apoliticismo es ya una ideología. Solo sabe quienes son los enemigos: llevan la marca en el orillo: siempre hablan de la desigualdad y la pobreza.

Está seguro que el país sería mejor sin políticos, sin vagos , sin delincuentes, y sin razas indeseables. Pero no explica cómo lo conseguiría y quien estaría a cargo del diseño. Acaso imagina un gran gerente nórdico, y un gabinete de técnicos impolutos que gobernaran con un barbijo. El ciudadano apolítico presume estar en una posición neutra en el centro perfecto. Pero está a la derecha.

4 comentarios:

  1. Como solo Barone podria explicarlo!! muy bueno... para pensar que cada acto por minimo que sea representa una postura tomada...pao

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  2. Es una alegria para mi, tener acceso a escritos como este, argumentos asi te ayudan a crecer.

    gracias Orlando y viva la patria y viva America Latina.

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  3. "El ciudadano apolítico es político y todavía más que el político. Pero no lo reconoce, o lo que es peor: no lo sabe. Se aparta de cualquier filiación partidaria agitando la bandera Argentina."

    Hasta ahí estamos de acuerdo. Lo que sigue es mera especulación. Lo más triste es que se denigra a las personas que a diferencia del autor están en la búsqueda de lo político, del ideal político. Que no reconocen dogmas ni banderas porque son corazones anarquistas (como todo corazón) aunque tal vez no lo sepan aún.

    Hablar de lo que puede creer o descreer el otro es hablar mentira y falsedad. Sólo se puede hablar de lo que no cree. Nunca se sabe lo que pasa por el corazón del otro, y menos aún, si se come todo eso que nosotros creemos que come. Este texto, practicamente en su totalidad, es tristemente prejuicioso. Habla del quejoso, del malhumorado, del decepcionado, del avaro y del ortodoxo y los encierra en una misma bolsa con el rótulo "apolítico".

    Y el otro apólitico, el que aquí no es mencionado, entiende tan bien como el político muchas cosas y más también. Pero tal vez elija otro camino, otra senda. Después de todo lo político sólo atraviesa lo político.

    Pero lo humano... lo verdadero... lo real... la verdad...

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